El Miedo

Pocas veces antes he sentido miedo. Pero miedo de verdad, de esos que te quitan el aliento y hacen que tu corazón se acelere, te suden las manos y hacen que no puedas pronunciar una palabra durante varios minutos tratando de entender qué es lo que está sucediendo. Angustia y ansiedad si son dos palabras que me han acompañado durante toda la mi vida. De hecho, mis kilos demás siempre se los he atribuido a justamente ser una persona bastante ansiosa. Aunque tengo que aceptar que con los años he aprendido a controlarlo, y más bien aceptar que las cosas pasan por algo y que todo es cuestión de no dejarse llevar. Entonces también tengo que aceptar que mis kilos demás también se deben a que me encanta comer rico 😛 jiji ¡Es imposible no antojarse viviendo en Perú y teniendo tantas cosas ricas!

 

Pero desde hace casi 4 meses el miedo (además ahora sé que hay varios tipos de miedo) me asalta apenas me despierto, cuando me estoy bañando, cuando tomo desayuno, cuando paseo a mi perra, cuando estoy haciendo una sesión de fotos y tengo que agacharme, cuando estoy acomodando los props, cuando estoy a punto de dormir… es decir, básicamente todo el día. Ahora leo las etiquetas de todo lo que como, de las vitaminas, los medicamentos que me recetan, por cualquier cosa que siento ya estoy buscando síntomas en internet (claro, eso antes de llamar al doctor en caso fuese necesario).

 

Eso sí, mantengo la calma por sobre todo y no dejo que me paralice, porque sé bien que lo que una siente durante el embarazo se lo transmite al bebe y estoy haciendo mi mejor esfuerzo por llevar un embarazo tranquilo. Como bien, duermo bien, no tengo emociones fuertes, ni demasiado estrés, ni nada que pueda ser clasificado como “dañino” para mi frejol. Pero el miedo es inevitable y constante. ¿A qué? Esto creo que es algo que solo podrán entender las que alguna vez hemos estado embarazadas. Primero es el miedo de saber si realmente está ahí, si esos dolores que nos acompañan durante la etapa de implantación del embrión son normales o es que estamos teniendo una pérdida. Claro, para las primerizas como yo que no teníamos ni idea de lo que significa un dolor de implantación, esto puede resultar bastante preocupante. Básicamente es como un dolor de regla durante varios días que es causado porque el embrión se está “agarrando” bien al endometrio, membrana interior que recubre el útero para poder seguir desarrollándose. Pero como con todo, cuando comprendemos lo que está sucediendo con nuestro cuerpo, el dolor es bienvenido y más tolerable. Luego viene el miedo de ir al doctor y tal vez oír palabras que no queremos. Saber si el embrión está en el útero o fuera de él, saber si hay alguna condición que tal vez nos impida continuar con el embarazo. Y también el miedo a la primera y cada una de las ecografías que siguen. Son terribles los minutos previos a sentir el tacto frío del gel, y no saber si nos dirán que nuestro bebé está bien. También está el miedo de cómo reaccionará el papá, la familia y quienes más nos importan. Aunque al fin, este es un miedo que lograremos superar si realmente queremos a este bebe, y encontraremos la forma de seguir avanzando. Como mamás, creo que empezamos a descubrir una fuerza interior que no habíamos visto en nosotras antes.

 

En fin, hay tantos tipos de miedos que aún no descubro y tantos momentos en que podemos dejarnos sorprender por esta sensación, que supongo que hay que ir acostumbrándose, porque según mi mamá y todas las mamás con las que alguna vez conversé de esto, no dejará de estar siempre presente en todos los momentos de nuestras vidas como mamás. Al menos esto me hace sentir acompañada, sabiendo que no soy la única neurótica que se preocupa por todo. Jajaja!

 

Aún me faltan algo de 24 semanas para conocer a mi frejol, así que me queda un largo paseo en una montaña rusa emocional. Ya les iré contando…

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Los terribles síntomas de la «dulce espera»

En estos casi 4 años en mi estudio de fotografía, he escuchado a una infinidad de mamás hablando de los síntomas de su embarazo. Las náuseas, los mareos, el infraolfato, las vinagreras, indigestiones, estreñimientos y otros terrores. ¿A quién se le pudo haber ocurrido la genial idea de ponerle dulce espera? Claro, no niego que realmente es hermoso saber que estamos esperando un hijo. Pero francamente entre la angustia de no saber si está bien, la ansiedad por la próxima ecografía, por lo que puedan decir los doctores, por todos los riesgos que implica el embarazo, por todos los síntomas que podamos tener y por muchos otros factores, el embarazo es una espera que se hace larga y no siempre es tan dulce. Lo que no le quita que el resultado -la mayoría de veces- sea hermoso, eso sí. Pero claro, ¿y si algo en el embarazo no va bien? Siempre es una posibilidad latente. Es difícil ser una mamá en espera habiendo perdido uno o más embarazos antes y no saber si este va a ir bien o en todo caso es difícil saber que todas tenemos al menos una amiga que tuvo una o varias pérdidas. Es difícil darle la noticia a esas primas que se han pasado años en tratamientos y aún así no han podido quedar embarazadas. Es difícil conocer gente que ha perdido a sus hijos al poco tiempo de haber nacido. Todas estas posibilidades me aterrorizan. ¿A quién no?

 

Estas mamis que me visitaron en el estudio me contaban de síntomas que duraban solo el primer trimestre, otras de ellas me hablaban de síntomas que las acompañaron hasta que parieron. Cuando me enteré que me tocaba a mi ser mamá no pude sino pensar en cuáles serían los síntomas, porque hasta ese momento no había sentido nada de nada más que una leve sospecha. En mi primera visita al primer doctor en la primera clínica a la que fui, me recetaron progesterona además de mis vitaminas pre natales. La verdad es que siempre he sido bastante reacia a medicarme a menos que sea absolutamente necesario. Esto, se los aseguro, es porque de niña pasé por tantos tratamientos que ya ahora de adulta no me quedan ganas de pepearme más de la cuenta. Mi mamá en su infinito esfuerzo por liberarme de mi asma y las incontables alergias que padecí, me llevó a todos los doctores que pudo encontrar. Desde doctores tradicionales de medicina occidental hasta homeópatas y médicos chinos. Solo me faltó pasar por algún chamán norteño. Lo cierto es que a lo único a lo que le tengo verdadera alergia es a Lima, porque cada vez que salgo de la ciudad se me pasa todo… Volviendo al tema anterior, este doctor me dio 3 pastillas de progesterona al día, que según él era para disminuir el riesgo de pérdida del bebé debido a mi edad y algunos síntomas que tenía en ese momento pero que no entendí bien (ya pues, tengo 34!!! no es para tanto… o si???)… Este fue uno de los motivos por los cuales decidí dejar a este doctor y buscar a otro que me inspirara un poco más de confianza y se tomará el tiempo de explicarme las cosas con paciencia y sin apuro. Y ahora que converso con mis amigas creo que no es tan raro que busquemos más de una opinión y nos quedemos con el doctor con el que mejor nos sintamos, no? La ventaja de vivir en la época de Facebook, es que tenemos muchos grupos de mamis a mano en los que podemos hacer las consultas que tengamos en la cabeza. Así que empecé a leer comentarios de mamis ya experimentadas y también le pedí a una amiga que publique por mi para recibir recomendaciones de clínicas y doctores.

 

El tema es que las benditas pastillas sí que me causaban unas náuseas brutales, indigestión, vinagrera y estreñimiento (sexyyyy)… que no se me pasaban con nada. Eso entre la 4ta y la 8va semana que decidí cambiarme de doctor. Apenas dejé de tomarlas se me pasaron todos los síntomas, menos el sueño. Un sueño implacable que solo podía solucionar durmiendo, durmiendo y durmiendo. En esas semanas y hasta la semana 11 que dejé de sentir ese cansancio sin tregua, pude haber dormido hasta 12h diarias. A veces hasta 14 si mi agenda me lo permitía. Trabajar en esas semanas fue súper retador, y creo que una de las primeras muestras de cómo será mi vida en los próximos años (miedo me da). Recuerdo cuando era pequeña y vivía aún en casa de mi abuela, antes de que mi mamá volviera a casarse. En esa época mi abuelita me llevaba al nido, me preparaba el almuerzo, me ayudaba con las tareas y todo mientras mi mamá trabajaba desde el alba hasta el anochecer, luego iba al gym y luego volvía a la casa. Y cuando mi mamá llegaba yo le preguntaba por qué dormía tanto y me ponía a revolotear a su alrededor (por no decir que a joder jaja). Años después mi mamá me dijo hace años que una no vuelve a dormir cuando tiene hijos y que el día que yo tuviera un hijo iba a pagar todas y cada una de mis travesuras infantiles… Me temo que estoy a punto de quedarme sin crédito kármico… jaja

 

Hoy ya con 15 semanas y en mi segundo trimestre tengo que agradecer nuevamente por ser capaz de llevar un embarazo tranquilo y suavecito. Lo que realmente espero ahora es el momento en que sienta sus movimientos por primera vez. Dicen que es como tener una mariposita en el estómago, así que de tanto en tanto detengo lo que estoy haciendo y le pongo mucha atención a mi panza, pero aún no siento que se mueva. Mi frejola es ya del tamaño de una manzana y los únicos males que me aquejan ocasionalmente son algunos dolores de cabeza pero que no me matan y que se me pasan durmiendo, y rinitis del embarazo (me enteré que esto existía hace poco, viendo la aplicación de Baby Center). Así que no tengo que sufrir por oler demasiado, pero sí porque no puedo respirar muy bien, lo que se suma a que me agito más de la cuenta (lo que es normal porque mi corazón está trabajando x 2). El hambre también ya se me pasó un poco. Mi paciencia no es la misma de siempre, y ando más sensible de la cuenta. Ahora que me leo caigo en cuenta de que realmente sí tengo síntomas y recién me doy cuenta. Mi frejola ya está advertida que tiene que portarse bien y dejar chambear a mamá para que pueda llevarla a Disney cuando sea grande jajaja. Hasta ahora es una chica buena y que crece a pasos agigantados. En un par de semanas más tenemos una nueva cita y ecografía con el doctor, y en esa cita confirmaremos si efectivamente es una frejola o si fácil hubo un error y es un frejol. Sea lo que fuere, así como todas las mamis debemos pensar todo el tiempo, lo único que realmente deseo es que esté sano y bien. Y que sea solo 1. Jajaja! Debe ser lindo ser mamá de mellizos, gemelos o de más bebés, pero creo que por ahora 1 a mi me basta y me sobra.

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La primera ecografía

La primera persona a la que le conté que estaba embarazada fue mi mejor amiga del colegio, mi hermana de otra madre. A la pobre por poco le da un aneurisma. Habíamos conversado infinidad de veces sobre tener hijos, qué haríamos si no encontrábamos al “príncipe azul”, que los años pasan y no en vano, y bueno, todas esas cosas que las mujeres contemplamos conforme pasa el tiempo. Pero nunca habíamos hecho planes concretos. Era todo muy etéreo, solo planes sin un horizonte demasiado claro. Sin embargo, luego de ver la prueba de sangre que confirmaba mis sospechas, tenía esta urgencia por contarle a alguien. No era un secreto que podría guardar durante mucho tiempo. Ese mismo día le conté a mi hermanita menor y a mi mejor amiga de la universidad, que también casi mueren de un paro cardíaco y de la felicidad y -evidentemente- al papá. Sobre el papá solo les contaré que es alguien a quien quiero muchísimo y que sabía que moría de ganas de ser mamá, pero con quien intentamos una relación que no funcionó. Así que como -para mi a estas alturas de mi vida- es mejor tomar decisiones conscientes y sin drama, decidí ser “mamá soltera”. Ese título tan terrible para algunos, pero tan normal hoy en día. Ahora entiendo cómo es estar en el lugar de las mujeres que se sienten juzgadas, sin la libertad de contar su historia y sentirse orgullosas y felices de poder tomar una decisión que va a afectar el resto de sus vidas y la de sus hijos. Decidir ser mamá es un momento mágico, poderosísimo, inigualable, y nadie debería avergonzarse de ello. Felizmente pude dar un paso más adelante y dejar a un lado el peso del “qué dirán”. Francamente a estas alturas del partido me importa un zapato lo que la gente piense. Lo único que me importa es que mi hija esté sana y sea una persona feliz. Solo me importa que la gente que me quiere, la quiera también a ella, y que ella aprenda que las familias son tan diversas como diversas somos las personas que las conforman. Que hay familias con papá y mamá, algunas con dos papás, otras tantas con dos mamás, tal vez algunas sólo con abuelos o tíos, otras solo con papá y otras -como la mia- solo con mamá, y que en todas lo más importante es el amor que los une porque absolutamente ninguna es enteramente perfecta.

 

En ese momento empecé a buscar recomendaciones de doctores, clínicas y demás. Aunque por momentos el miedo me seguía paralizando y no sabía cuáles eran los parámetros a evaluar para tener la mejor experiencia. El primero fue que el doctor con quien decidiera hacer el seguimiento de mi embarazo tenía que ser alguien recomendado, así que le pedí a una amiga que publicara por mi en uno de esos grupos de mamás en Facebook. El segundo es que fuera un doctor pro parto natural, porque mi mayor sueño era que mi hija naciera por vía vaginal. Lo tercero es que fuera alguien joven que pudiera entender mi situación y no tener que soportar preguntas incómodas. Llegué a una clínica gigantezca, en la que la gente casi se atropellaba. Y empecé a atenderme con un doctor que no me terminó de convencer porque parecía apurado todo el tiempo y que me empezó a recetar pastillas sin entender bien por qué me las daba. Y yo siempre he sido medio enemiga de medicarme a menos que sea absolutamente necesario. Así que por mi salud mental empecé a buscar otra clínica y otros doctores. Esta vez añadí dos criterios más: que el doctor sea humano, y que fuera una clínica cubierta por mi seguro para que no me sacaran la chochoca si tenía que hacerme una cesárea. Y así llegué a la Santa Isabel con el doctor Villavicencio. Pero este es el tema de otro post.

 

Cuando aún estaba en la primera clínica atendiendome con ese primer doctor, llegó el verdadero momento de angustia: la primera ecografía. Esa que confirmaría si realmente había o no frejol, si el frejol estaba en el útero y si todo estaba bien para poder continuar. Tenía recién 5 semanas y media, así que a lo mejor no se vería nada. ¿Y si no había nada? ¿o si era un embarazo ectópico? ¿o si había alguna condición extraña que no me permitiera continuar?. Tenía un vacío en el estómago, mis manos sudaban y mi mirada estaba fija en una de las paredes de la sala de espera. Había una larga lista de pacientes que pasarían por la ecografía, así que tuve que esperar un buen rato. Esperar, esperar y seguir esperando. Esto del embarazo es una prueba y un entrenamiento intensivo para la paciencia, la tolerancia a la frustración, el manejo de emociones, y una serie de autocontroles emocionales dignos de un militar.

 

Hasta que llegó mi turno y me paré y empecé a caminar hacia la sala de ecografías como un condenado a muerte. El pasillo se hizo larguísimo y dejé de sentir sonidos. Lo único que podía escuchar era a mi propia cabeza pensando “por favor, díganme que todo está bien”. Esos pocos minutos de incertidumbre fueron eternos. Entré a la sala y me pidieron que me quitara el pantalón y la ropa interior, que hiciera pila y que me pusiera la bata. ¡Me moría de frío! Sentía el cuerpo rígido, totalmente tenso. “Échate en la camilla y abre las piernas”. Ay no, como solo tenía poco más de 4 semanas, me tocaba una ecografía transvaginal. Qué incomodidad. Pero bueno, todo sea por el frejol. “Señorita, relájese y puje un poco”. No sé ustedes, pero para mi esa sensación tiene que ser de las más incómodas en la vida. Pero bueno, todo sea por el frejol. Caí en cuenta que desde ese momento y para mi siempre todo sería así: “todo sea por el frejol”.

 

Segundos después, ahí estaba. El doctor no tuvo que hacer grandes esfuerzos para descubrirlo, sino que se mostró de inmediato. Un puntito sin bordes claros, un bultito de 2 milímetros que representaba la mayor alegría de mi vida, y también el reto más grande. Ahí estaba, adentro de mi útero y estaba bien, midiendo lo que debía medir para la edad gestacional que teníamos. Lo único que pensé en ese momento fue en el verdadero milagro de la vida. Cómo ese pequeño bultito que en ese momento tenía el tamaño de una semilla de amapola se había formado a partir de dos células, y cómo en los próximos meses se convertiría en un bebé con brazos y piernas y ojos y sentimientos. Me di cuenta que mi cuerpo estaba produciendo un ser humano y que tenía que tratarme bien, ser indulgente conmigo misma, dormir las horas que mi organismo necesitara, comer bien, dejar de trabajar tanto. Pensé en lo agradecida que estaba con la vida por permitirme seguir cumpliendo mis anhelos y supe entonces que sí, que tendría la fuerza y entereza suficiente para salir adelante. Solté un pequeño mar de lágrimas de alegría, y supe entonces que era ya momento de contarle a mi mamá que sería abuela. La aventura continúa.

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Mi primer día de Mom To Be

Hoy cumplo 14 semanas y 4 días. Me enteré que estaba embarazada en la semana 4 así que las últimas 10 han sido súper intensas y de muchos cambios. Recién entiendo por qué se cuenta desde el primer día de la última regla. Hasta ahora es que entiendo a las mamás que vienen a mi estudio y cuando les pregunto cuánto tiempo tienen me responden en cantidad de semanas. La conversión a meses suele resultar medio confusa, inclusive ahora que me toca a mi ser mamá. Vengo trabajando hace casi 4 años con bebés, y a pesar de la mucha experiencia que puedo tener recién empiezo a comprender de verdad, porque recién empiezo a vivir la experiencia en primera persona. Recién voy aprendiendo a aceptar que mi vida ya empezó a cambiar, que mis decisiones son ahora no solo para mi, sino para mi frejola, y para ambas y hacia adelante, pero que eso no me sustrae de mi condición de mujer.

 

¿A quién se le habría ocurrido denominar al embarazo “La dulce espera”? Tuvo que ser un hombre, porque realmente no es tan dulce como dicen, al menos no durante el primer trimestre. Ahora que ya estoy empezando el segundo, espero que todo se acomode para realmente poder disfrutarlo. Aunque realmente no puedo quejarme. A mi los únicos dos síntomas que me dieron, fueron un sueño que hizo que durmiera algo de 12 a 14h diarias, y un hambre de vikingo. Podía dormir todo el día, despertarme para darme una ducha e ir al baño, tragar como si no hubiera un mañana, y volver a tirarme a la cama a ver uno o dos capítulos de cualquier cosa y seguir durmiendo. Y si por ahí me sobraba algo de tiempo y este cuerpo decadente de embarazada me lo permitía, hasta podía trabajar algo. Jaja. La verdad es que hacer fotos con ese cansancio fue un esfuerzo sobrehumano. Que además estoy segura que volveré a tener que hacer una vez que nazca la frejola. Porque para mi ya es frejola, aún cuando el doctor no lo haya terminado de confirmar. ¿Y si luego me dicen que es hombre? :O

 

Lo cierto es que aunque no fue un embarazo (totalmente) planeado, tanto mi cuerpo como mi corazón pedían a gritos ser mamá hacía ya algún tiempo y en los últimos meses cada vez con más intensidad. Mi cabeza, como buena rebelde gritaba silenciosamente “¡¡¡¡¡¡LIBERTAAAD!!!!!!”, bien al estilo de William Wallace. Pero bueno, resulta que a veces el reloj biológico y el instinto finalmente son más fuertes que cualquier raciocinio del que seamos capaces. Así que quien no cae, resbala. Y heme aquí, con 14 semanas.

 

¿Que cómo me enteré? Eso que dicen que las mamás tienen un sexto sentido, pude comprobarlo el lunes que descubrí que tenía un frijolito en la panza.

 

El día anterior había sido el día de la madre, y yo había estado en casa de mi mamá ayudándola a cocinar. Quién iba a decir que estaba en mi primera celebración sin saberlo. Aunque claro, aún si hubiera estado segura tampoco hubiera dicho nada por precaución. Días después no pude contenerme de contarle a mi familia y amigos más cercanos, pero sabía que tenía que esperar al menos a tener 3 meses, como es costumbre, para saber que todo estaba bien y ahí sí poder gritarlo a los 4 vientos. ¡Es difícil contener tanta felicidad!

 

Mi mamá cocina delicioso, y sus almuerzos familiares siempre son un mega banquete en el que terminamos empanzados, tirados en la cama sin poder movernos y sin querer probar comida en días. Pero en esta ocasión, bastó que oliera el chanchito que se preparaba en el horno para que me dieran nauseas. Cosa rara porque mi mamá siempre prepara la misma deliciosa panceta al horno para engreírnos, y jamás de los jamases me había provocado náuseas, sino más bien unas ganas incontenibles de comerme el chancho entero. Pero solo al sentir el olor del chancho, se me quitaron las ganas de comer. En ese momento pensé que habían dos posibilidades: o estaba muy mal del hígado (cosa que me hubiera parecido súper extraña porque mis épocas de juerguera irremediable pasaron hace ya un buen rato) o estaba embarazada. Dejé de pensarlo en ese momento, y seguí cocinando. Aunque había algo en mi que ya sabía la respuesta.

 

Al día siguiente, ese lunes que quedará en mi memoria para siempre, apenas abrí el ojo supe que tenía un frejol en camino. No me pregunten cómo supe o qué fue lo que sentí, simplemente sé que así fue. Acto seguido, agarré mi celular para revisar el app en el que llevo el registro de mi regla. ¡Sorpresa! ¡Tenía 2 días de retraso! Luego me puse a pensar que tal vez era un error, porque había estado teniendo dolores de pre menstruación durante unos días, así que tal vez eran solo ideas. Pero claro, cuando empecé un poco a leer sobre los síntomas del embarazo caí en cuenta que esos “dolores pre menstruales” más bien eran dolores de implantación del embrión. Así que en realidad era mi frejola agarrándose bien para no irse a ningún lado. Como buena neurótica que soy, lo siguiente fue ponerme un buzo y zapatillas, y la correa a mi perra para ir a la farmacia a comprarme no uno, sino varios tests caseros de embarazo. Caminaba un poco más rápido de lo normal, pero estaba tranquila. Tenía la cara un poco tensa, pero sonreí y luego no sabía qué sentir. Le pedí a la farmacéutica que me diera una prueba de cada una de las marcas que tenía disponible, pagué y empecé a caminar de vuelta. Alegría, pánico y varias cosas juntas. Solo seguí hasta que llegué a casa.

 

Al entrar, sabía que inevitablemente todo estaba a punto de dar un giro de 180 grados y que nada sería lo mismo. Fuese positivo o negativo, sabía que había algo en mi que ya se había activado ahora más que nunca. Tengo 34 años y que aunque tal vez no es la situación ideal, tengo ya un buen rato estando preparada para asumir el reto. Estoy segura que este es el mejor momento de mi vida para convertirme en mamá. Todos los días espero tener la razón y que nos vaya bien. Que podamos salir adelante y ser felices.

 

Entré al baño e hice pila en el vasito de una de las pruebas. Luego, puse una gotita en cada una de las tiritas. Esos segundos que pasaron tienen que haber sido los más largos de mi vida. No quité los ojos de encima, no parpadeé, no me moví, no respiré casi. Cinco segundos más tarde las dos rayitas rojas se habían marcado en TODAS las pruebas, no solo una. Mis dudas se habían despejado: ¡mi embarazo estaba confirmado! Pensé que mi primera reacción serían muy distinta, pero lo primero que hice fue sonreír y soltar varias lágrimas. Empezaba una aventura sin igual, la mejor y la más difícil de mi vida seguramente. Entonces realmente me invadió el miedo. Pero un miedo tranquilo y feliz. Tengo que aceptar que la maternidad me volvió un poco bipolar… Por si las moscas igual fui al laboratorio para sacarme sangre y confirmar lo que ya sabía. El resultado confirmaba que ya tenía 4 semanas de embarazo. Y el remolino de sensaciones solo empezaba, aunque el sentimiento de felicidad era el primero que afloraba.

 

En ese momento empecé a pensar en todo lo que tenía que empezar a hacer para la llegada de la frejola (claro que en ese momento no sabía si era frejol o frejola), para poder darle todo lo que se merecía, a hacer presupuestos, pensar en contratar a una nana, cómo se manejaría el estudio una vez que la panza me creciera, qué otros negocios podía tener para no tener que preocuparme por el dinero, cómo cambiaría mi vida una vez que ya l@ tuviera en brazos, y sobre todo… cómo sería. ¡Todos los días pienso cómo se verá su carita!. Empecé también a armar una lista de nombres, ver videos sobre el embarazo, y me bajé el app de Baby Center en el cel. No sé si soy chancona o demasiado ansiosa o es que ¿a todas las mamás nos da así? ¿Todas nos volvemos neuróticas?

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Y de pronto…

Hace unas semanas empecé a escribir una entrada para un nuevo blog que quería hacer. Iba a ser un blog sobre las ocurrencias de una mujer que a los 34 años realmente no es vieja, pero así es como se percibe. No vieja para viajar, ni para emprender negocios nuevos, o estudiar algo, pero sí para iniciar una familia. De hecho sé que estoy en lo mejor de mi vida, pero a veces los paradigmas de la sociedad en que vivimos nos hacen pensar lo contrario. ¡Qué difícil es ser libre de mente! En fin, les seguiré contando de mi proyecto de blog. El título de la primera entrada iba a ser “Cómo ser una fotógrafa de bebés de 34 , soltera, sin hijos, con 3 gatas y una perra”. Ok, tal vez no hubiera sido tan largo, pero es para que se den una idea. Me sentía ya casi una crazy cat lady. Ahora más bien pienso que me encantan las familias grandes 🙂 Ese era más o menos el resumen de mi vida hasta hace algunas semanas. Tenía varios días pensando en cómo arrancar con ese primer texto, cuando me di cuenta que ¡OH SORPRESA! ¡Estaba embarazada! ¡Estoy embarazada! ¡EMBARAZADÍSIMA! Todavía lo tengo que repetir varias veces porque aún no me la creo. A pesar de las varias ecografías que ya llevo. Jajajaja (onomatopeya de una risa muy nerviosa). Así que Voilà! ¡Ironías de la vida!

 

En este punto de mi existencia, entonces, tengo varias confesiones que hacer que fueron las motivaciones por las que iba a escribir mi anterior blog. Hay algo que desde hace mucho tengo atracado entre el corazón y la garganta: en mi trabajo como fotógrafa de bebés, me preguntaron infinidad de veces (muchas con mucha dulzura, otras tantas con bastante desatino) si estaba casada, si ya tenía hijos, si pensaba tener hijos, o por qué aún no había tenido hijos. ¿Por qué? Porque tengo 34 y se me está pasando el tren? Porque realmente eso era lo que sentía. ¿POR QUÉ la gente piensa que tiene el derecho a cuestionar la decisión de una mujer respecto de tener hijos? Tener hijos no es un imperativo, ni una obligación, ni nos hace mejores personas. Y no tenerlo es una decisión muy personal que no debiera ser cuestionada. Y punto. Es una decisión que no se debería tomar a la ligera porque va a afectar el curso de la vida de la mamá, de la gente que la rodea y -principalmente- de la criatura en camino. Así que lo siento, pero tengo que desahogarme porque en todos estos años siempre respondía “todo llega en su momento”, pero tenía más bien ganas de responder “eso no es de tu incumbencia (carajo)”. Nunca se sabe cuándo una mujer no puede tener hijos, o no quiere tener hijos o ya tuvo hijos y algo sucedió. ¿Por qué entonces debemos hacer pasar un mal rato preguntando algo tan privado? Ya, esa fue mi pequeña catarsis 🙂

 

Después de los casi 4 años que llevo haciendo sesiones de fotos de bebés y mamis embarazadas, y los miles de posts de mis amigas en sus Facebooks sobre sus embarazos ¡en algún momento se me tenía que pegar! Jaja. Y estoy más feliz y emocionada que nunca en mi vida. Es un sentimiento nuevo y que va in crescendo. Eso sí, no puedo mentir. A pesar de tener 34, tener mi propia pequeña empresa que (gracias a Dios) funciona, vivir sola, haberme juergueado todo lo que mis 20s aguantaron, haber viajado (aunque tal vez no tanto como hubiera querido), estudiado una maestría y hecho tantas otras cosas que dicen por ahí que son parte del “éxito” personal, aún me muero de miedo de tener una personita en mi panza. Me muero de miedo de cómo será cuando nazca, me muero de miedo de tenerla en la panza y no poder verla todos los días o a cada rato para saber si está bien (si hubiera algún aparato casero para hacerse ecografías, seguro ni saldría de mi casa), si estará bien, si yo estaré bien para que ella esté bien, me da miedo que no sea feliz, me da miedo no poder darle todo lo que necesita y más. Pero sobre todo me da miedo no llegar a ser la mejor versión de mi misma para educarla con el ejemplo.

 

Tengo que confesar también que aunque no puedo más con la felicidad de saber que seré mamá, también dudo por momentos de si debí haber esperado un poco más. De si es el momento correcto, de si aún no me quedaban cosas por hacer antes de enfrentarme tal vez al mayor reto de mi vida. Y claro, me encantaría haber conocido al mi príncipe azul y poder ser felices para siempre, pero aunque aún tengo la esperanza de algún día enamorarme bonito y tener una familia como las de las películas, no es el tipo de familia que estoy empezando en este momento. La vida sucede mientras uno hace planes, así que heme aquí. Con un frijolito en la panza. Y ya hice las paces con la idea de empezar “sola”. Si mi mamá pudo, estoy segura que aprendí bien de ella. Sé además que no soy la única y que muchas de ustedes se identificarán fácilmente con lo que escribo.

 

Y sí, ya sé. Lo que quieren es la carnecita, el chisme, ¡los detalles! Así que empezaré a contarles un poco sobre: ¿Cómo me enteré?. Pero este será el tema de mi próxima entrada en este nuevo blog. Las dejo como con el final de Luis Miguel… ¿qué habrá dentro del sobre? :O

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Mamis y pancitas – sesiones de fotos para mamis embarazadas

Siempre que nos escriben al correo, nos preguntan cuáles son las sesiones que tenemos para mamis embarazadas. Así que era hora de escribir esta nota para que pudieran enterarse sobre los detalles de cada una de las sesiones 🙂

 

  • Mami Urbana: esta es una sesión cortita y linda. Podemos hacer la sesión en nuestro estudio, que está en La Calera, Surquillo. O podemos ir a algún exterior en Lima Metropolitana, como algún parque o playa. Es una sesión que dura alrededor de una hora, y durante la cual utilizaremos diferentes elementos de utilería -como pizarritas, globos, flores, etc- y/o vestuario para poder un lindo recuerdo de tu pancita.

 

  • Mami Campestre o Playera: si tienen un poquito más de tiempo, ¡salgamos de Lima! Podemos irnos a alguna playa del Sur, o a Cieneguilla… ¡o adonde quieras! Un escenario campestre o playero es ideal para una sesión de fotos inolvidable. Solo es cuestión de coordinar un día y hora para dar un paseito, olvidarnos del estrés de Lima, y divertirnos haciendo fotos 🙂

 

  • Mami Urbana + New born: reúne las características de ambas sesiones, pero te damos un precio mucho más bonito 😛 Además, te ahorras el tiempo y esfuerzo de volver a hacer dos reservas por separado 🙂

 

  • Mami Campestre o Playera + New born: al igual que el paquete anterior, también reúne las características de ambas sesiones, pero te damos un beneficio por pagar ambos paquetes al mismo tiempo.

 

  • Mami FOLLOW UP: ¡Esta es una de mis mejores propuestas! La idea de este paquete es hacer varias sesiones de fotos en diferentes momentos del embarazo, para que veas cómo ha ido creciendo tu pancita! Al final, te hacemos un collage con fotos de cada una de las sesiones para que tengas ese lindo recuerdo de todos los sentimientos y sensaciones que tuviste durante los 9 meses! 🙂 Linda idea, ¿no?
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