Mi primer día de Mom To Be

Hoy cumplo 14 semanas y 4 días. Me enteré que estaba embarazada en la semana 4 así que las últimas 10 han sido súper intensas y de muchos cambios. Recién entiendo por qué se cuenta desde el primer día de la última regla. Hasta ahora es que entiendo a las mamás que vienen a mi estudio y cuando les pregunto cuánto tiempo tienen me responden en cantidad de semanas. La conversión a meses suele resultar medio confusa, inclusive ahora que me toca a mi ser mamá. Vengo trabajando hace casi 4 años con bebés, y a pesar de la mucha experiencia que puedo tener recién empiezo a comprender de verdad, porque recién empiezo a vivir la experiencia en primera persona. Recién voy aprendiendo a aceptar que mi vida ya empezó a cambiar, que mis decisiones son ahora no solo para mi, sino para mi frejola, y para ambas y hacia adelante, pero que eso no me sustrae de mi condición de mujer.

 

¿A quién se le habría ocurrido denominar al embarazo “La dulce espera”? Tuvo que ser un hombre, porque realmente no es tan dulce como dicen, al menos no durante el primer trimestre. Ahora que ya estoy empezando el segundo, espero que todo se acomode para realmente poder disfrutarlo. Aunque realmente no puedo quejarme. A mi los únicos dos síntomas que me dieron, fueron un sueño que hizo que durmiera algo de 12 a 14h diarias, y un hambre de vikingo. Podía dormir todo el día, despertarme para darme una ducha e ir al baño, tragar como si no hubiera un mañana, y volver a tirarme a la cama a ver uno o dos capítulos de cualquier cosa y seguir durmiendo. Y si por ahí me sobraba algo de tiempo y este cuerpo decadente de embarazada me lo permitía, hasta podía trabajar algo. Jaja. La verdad es que hacer fotos con ese cansancio fue un esfuerzo sobrehumano. Que además estoy segura que volveré a tener que hacer una vez que nazca la frejola. Porque para mi ya es frejola, aún cuando el doctor no lo haya terminado de confirmar. ¿Y si luego me dicen que es hombre? :O

 

Lo cierto es que aunque no fue un embarazo (totalmente) planeado, tanto mi cuerpo como mi corazón pedían a gritos ser mamá hacía ya algún tiempo y en los últimos meses cada vez con más intensidad. Mi cabeza, como buena rebelde gritaba silenciosamente “¡¡¡¡¡¡LIBERTAAAD!!!!!!”, bien al estilo de William Wallace. Pero bueno, resulta que a veces el reloj biológico y el instinto finalmente son más fuertes que cualquier raciocinio del que seamos capaces. Así que quien no cae, resbala. Y heme aquí, con 14 semanas.

 

¿Que cómo me enteré? Eso que dicen que las mamás tienen un sexto sentido, pude comprobarlo el lunes que descubrí que tenía un frijolito en la panza.

 

El día anterior había sido el día de la madre, y yo había estado en casa de mi mamá ayudándola a cocinar. Quién iba a decir que estaba en mi primera celebración sin saberlo. Aunque claro, aún si hubiera estado segura tampoco hubiera dicho nada por precaución. Días después no pude contenerme de contarle a mi familia y amigos más cercanos, pero sabía que tenía que esperar al menos a tener 3 meses, como es costumbre, para saber que todo estaba bien y ahí sí poder gritarlo a los 4 vientos. ¡Es difícil contener tanta felicidad!

 

Mi mamá cocina delicioso, y sus almuerzos familiares siempre son un mega banquete en el que terminamos empanzados, tirados en la cama sin poder movernos y sin querer probar comida en días. Pero en esta ocasión, bastó que oliera el chanchito que se preparaba en el horno para que me dieran nauseas. Cosa rara porque mi mamá siempre prepara la misma deliciosa panceta al horno para engreírnos, y jamás de los jamases me había provocado náuseas, sino más bien unas ganas incontenibles de comerme el chancho entero. Pero solo al sentir el olor del chancho, se me quitaron las ganas de comer. En ese momento pensé que habían dos posibilidades: o estaba muy mal del hígado (cosa que me hubiera parecido súper extraña porque mis épocas de juerguera irremediable pasaron hace ya un buen rato) o estaba embarazada. Dejé de pensarlo en ese momento, y seguí cocinando. Aunque había algo en mi que ya sabía la respuesta.

 

Al día siguiente, ese lunes que quedará en mi memoria para siempre, apenas abrí el ojo supe que tenía un frejol en camino. No me pregunten cómo supe o qué fue lo que sentí, simplemente sé que así fue. Acto seguido, agarré mi celular para revisar el app en el que llevo el registro de mi regla. ¡Sorpresa! ¡Tenía 2 días de retraso! Luego me puse a pensar que tal vez era un error, porque había estado teniendo dolores de pre menstruación durante unos días, así que tal vez eran solo ideas. Pero claro, cuando empecé un poco a leer sobre los síntomas del embarazo caí en cuenta que esos “dolores pre menstruales” más bien eran dolores de implantación del embrión. Así que en realidad era mi frejola agarrándose bien para no irse a ningún lado. Como buena neurótica que soy, lo siguiente fue ponerme un buzo y zapatillas, y la correa a mi perra para ir a la farmacia a comprarme no uno, sino varios tests caseros de embarazo. Caminaba un poco más rápido de lo normal, pero estaba tranquila. Tenía la cara un poco tensa, pero sonreí y luego no sabía qué sentir. Le pedí a la farmacéutica que me diera una prueba de cada una de las marcas que tenía disponible, pagué y empecé a caminar de vuelta. Alegría, pánico y varias cosas juntas. Solo seguí hasta que llegué a casa.

 

Al entrar, sabía que inevitablemente todo estaba a punto de dar un giro de 180 grados y que nada sería lo mismo. Fuese positivo o negativo, sabía que había algo en mi que ya se había activado ahora más que nunca. Tengo 34 años y que aunque tal vez no es la situación ideal, tengo ya un buen rato estando preparada para asumir el reto. Estoy segura que este es el mejor momento de mi vida para convertirme en mamá. Todos los días espero tener la razón y que nos vaya bien. Que podamos salir adelante y ser felices.

 

Entré al baño e hice pila en el vasito de una de las pruebas. Luego, puse una gotita en cada una de las tiritas. Esos segundos que pasaron tienen que haber sido los más largos de mi vida. No quité los ojos de encima, no parpadeé, no me moví, no respiré casi. Cinco segundos más tarde las dos rayitas rojas se habían marcado en TODAS las pruebas, no solo una. Mis dudas se habían despejado: ¡mi embarazo estaba confirmado! Pensé que mi primera reacción serían muy distinta, pero lo primero que hice fue sonreír y soltar varias lágrimas. Empezaba una aventura sin igual, la mejor y la más difícil de mi vida seguramente. Entonces realmente me invadió el miedo. Pero un miedo tranquilo y feliz. Tengo que aceptar que la maternidad me volvió un poco bipolar… Por si las moscas igual fui al laboratorio para sacarme sangre y confirmar lo que ya sabía. El resultado confirmaba que ya tenía 4 semanas de embarazo. Y el remolino de sensaciones solo empezaba, aunque el sentimiento de felicidad era el primero que afloraba.

 

En ese momento empecé a pensar en todo lo que tenía que empezar a hacer para la llegada de la frejola (claro que en ese momento no sabía si era frejol o frejola), para poder darle todo lo que se merecía, a hacer presupuestos, pensar en contratar a una nana, cómo se manejaría el estudio una vez que la panza me creciera, qué otros negocios podía tener para no tener que preocuparme por el dinero, cómo cambiaría mi vida una vez que ya l@ tuviera en brazos, y sobre todo… cómo sería. ¡Todos los días pienso cómo se verá su carita!. Empecé también a armar una lista de nombres, ver videos sobre el embarazo, y me bajé el app de Baby Center en el cel. No sé si soy chancona o demasiado ansiosa o es que ¿a todas las mamás nos da así? ¿Todas nos volvemos neuróticas?

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